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LOS SOCIALISTAS NO QUIEREN AYUDAR A LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO

LOS SOCIALISTAS NO QUIEREN AYUDAR A LAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO María Teresa Fernández de la Vega calificó este viernes de "sorprendente" que la Asociación de Víctimas del Terrorismo acusara a su gobierno de recortar sus subvenciones procedentes del IRPF al no incluir a la asociación en el reparto de los fondos procedentes del apartado "Otros fines de interés social" incluido en dicho impuesto.

Viendo la generosidad y benevolencia con que el gobierno esta tratando a los cómplices políticos de los asesinos de ETA, este comportamiento intencionalmente cicatero con la AVT es simple y llanamente nauseabundo. España no se merece un gobierno
como este.

A nosotros no nos sorprende en absoluto, dada la contrastada tradición de la izquierda de discriminar a los colectivos que no son de su cuerda ideológica a la hora de repartir fondos. Nos importan muy poco las explicaciones de la vicepresidenta del gobierno para justificar que cualquier ONG tenga más derecho que la AVT para percibir fondos destinados a fines sociales. Comprendemos que el concepto de fin social vaya en la mentalidad retrograda de los socialistas españoles aún unida a la vieja máxima marxista de la propaganda. Es el ejemplo de Fidel Castro, que manda médicos, con más conocimientos políticos que sanitarios, para adoctrinar a la vez que curar.

La coartada de los socialistas para intentar mermar la capacidad económica de la AVT y por tanto su margen de actuación, se basa en el comportamiento pasado de Aznar –como no iba a tener la culpa Aznar- que decidió dedicar una serie de partidas presupuestarias especiales con cargo a los Presupuestos Generales del Estado para subvencionar a las asociaciones de afectados por el terrorismo. Dicha medida como ha explicado Alcaraz correspondió a un momento puntual dentro de la propia asociación, que no pidió dinero con cargo al impuesto sobre la renta debido a su situación interna. Pero ahora los socialistas se acogen a una puntual forma de concesión de fondos, singular en el tiempo, para extraer la consecuencia general de que la AVT no tienen derecho participar del dinero dedicado a fines sociales en el IRPF porque puede recibir más fondos por otra vía.

Es como si se denegase a Galicia las partidas presupuestarias ordinarias debido a que a consecuencia del Prestige ya recibió fondos por otra vía. Esta claro que para este gobierno las víctimas recibirían una ayuda doble, así de mezquinos son los socialistas con quienes han sufrido la perdida de un padre o un esposo o han visto como sus piernas desaparecían en medio del fuego de una explosión. A nosotros toda ayuda a las víctimas del terrorismo nos parece poca, se ve que a diferencia del gobierno Zapatero, que cree que ya gozan de demasiadas ayudas.

Alcaraz considera que desde el Gobierno "no tienen la valentía de decir" que en efecto les están denegando fondos por "motivos que carecen de consistencia". El presidente de la AVT insistió en que las ayudas con cargo al IRPF son la principal fuente de ingresos de la asociación, pues sólo recibe asignaciones para programas de la Fundación de Víctimas del Terrorismo. La Avt ah anunciado acciones legales, pero mientras se deciden, la asociación se verá privada de importantes recursos. A nosotros no nos cabe la menor duda que esta ha sido la respuesta del gobierno al anuncio de movilizaciones en contra de su política de pactos con ETA realizado por la AVT.

Viendo la generosidad y benevolencia con que el gobierno esta tratando a los cómplices políticos de los asesinos de ETA, este comportamiento intencionalmente cicatero con la AVT es simple y llanamente nauseabundo. España no se merece un gobierno como este.

Por esto votamos no

Por esto votamos no Por esto votamos no
Federico Jiménez Losantos
http://www.libertaddigital.com/opiniones/opi_desa_23333.html

Ni un día ha tardado Zapatero en darnos la razón a quienes, precisamente por españoles, europeos y liberales, votamos ayer NO a este plebiscito a mayor gloria de su figura política. Es difícil resumir en un breve discurso tanta mezquindad, tanto sectarismo, tanta miseria moral y tanta soberbia personal como los exhibidos por el Presidente del Gobierno tras los resultados electorales, más cerca del relincho de gozo que de la celebración cívica. Aunque el triunfo del “sí” se lo debe al PP, no ha tenido ni una palabra de agradecimiento para Rajoy. Aunque ERC e IU han votado “no”, ha dicho que nadie había perdido en este referéndum. En realidad, nos ha pasado el resultado a todos por las narices como un triunfo personal, que es para lo que lo convocó. Siempre lo creímos así y por eso votamos No. Con todos los respetos para los votantes del PP que han elegido el “Sí” o el voto en blanco, creo que los hechos nos han dado la razón.

Por si la mezquindad no era suficiente, por si el sectarismo no parecía bastante, Zapatero ha asociado la mísera victoria del “Si”, que no llega a uno de cada tres españoles con derecho a voto, a la victoria de los socialistas en las elecciones portuguesas que, dijo, alegra a todos los progresistas europeos. Añádase la guinda de la autofelicitación por la llamada del “compañero José Borrell”, al que creíamos Presidente del Parlamento Europeo antes que miembro del partido o de la secta y se tendrá la radiografía completa de un sectario radical al que ayer la Derecha perdió la oportunidad de infligir un severo correctivo. Ojalá no tenga que lamentarlo tanto como la abstención en el referéndum sobre la OTAN, del que salió un Felipe tan endiosado como ya lo está Zapatero y con muchos años de Gobierno por delante. Esperemos que no sean tantos.

Si alguien pensaba que con los socialistas cabe el juego limpio, se habrá caído del guindo con el destape del napoleonismo zapateril, que ha presumido de sentirse “respaldado por millones de españoles” para instalarnos “en el corazón de Europa”. Ni uno de cada tres votantes españoles lo respaldó ayer y, objetivamente, estábamos mucho mejor en Europa con el Tratado de Niza que con esta chapuza burocrática abusivamente llamada Constitución. Este referéndum ha sido impropio de una democracia. Este fatuo y ensoberbecido Presidente del Gobierno ha demostrado hasta qué punto él también lo es. Como, por experiencia, temíamos que podía pasar esto, votamos No. Desde luego, nosotros no tendremos que arrepentirnos. Otros, tal vez. Y tal vez demasiado tarde.

Discurso de Rajoy frente al Plan Ibaretxe en el Congreso

Discurso de Rajoy frente al Plan Ibaretxe en el Congreso Discurso íntegro de Mariano Rajoy

Señorías, si no hubiéramos escuchado las palabras del ilustre representante del Parlamento Vasco, pudiéramos pensar que lo que hoy nos convocaba era la Reforma del Estatuto de Autonomía para el País Vasco conforme a las previsiones de la Constitución. Al menos, esa era la apariencia que se le ha dado para que pudiera llegar hasta esta casa.

Más he aquí que la presunta reforma del Estatuto de Autonomía para el País Vasco conforme a las previsiones de la Constitución, resulta que ni es una reforma, ni habla de autonomía, ni se acuerda de la Constitución. ¿De qué se trata, pues? Estamos, según proclama el propio documento y se nos ha recordado aquí, nada menos que ante un proyecto de pacto político entre Euskadi y España basado en la libre asociación. ¿Y eso qué es, señorías?

No entraré en detalles, pero todos ustedes saben que proclama la soberanía del pueblo vasco, otorga nacionalidad vasca a sus habitantes, asume competencias exclusivas del Estado en relaciones exteriores, en justicia, en economía, en seguridad social, en educación… En una palabra, desmantela toda la arquitectura del Estado español. No diré que me sorprenda: A nadie que conozca la vieja Alternativa KAS pueden sorprenderle sus secuelas. Pero esto es lo que hay, señorías.

Un texto muy ameno, imaginativo, tal vez un poquito quimérico, que me ha recordado mucho aquella constitución que elaboró Rousseau para Córcega en la que distinguía tres clases de corsos: patriotas, ciudadanos y aspirantes. Pero dejemos esto para más adelante. El caso es que todo el documento, desde la primera palabra hasta el punto final, se olvida de la Constitución española. A mí no me choca porque, como acabamos de escuchar, la voluntad expresa de los redactores ha sido, exactamente, volar fuera de la Constitución y evadirse de la tutela del Estado, cosa que han logrado con creces.

Llegados aquí, una de dos señorías: O algunos responsables políticos no se han enterado de que cualquier reforma estatutaria que choque con la Constitución carece de viabilidad, o, por el contrario, lo saben muy bien pero no les importa perder el tiempo. De hecho, el texto que se nos presenta no sólo entierra la Constitución. Hace más: se erige él mismo en norma constituyente. Nos han traído, ni más ni menos, el proyecto de constitución para una Euskadi Libre Asociada al Estado Español.

Señorías, estamos ante una llamativa contradicción, porque quien tiene capacidad para elaborar su propia constitución no tendría por qué acudir a esta Cámara ¿para qué habría de acudir?; y, sin embargo, quienes ahora se alzan con una constitución, acuden a ella, ¿por qué? Dicho al revés: quien acude a esta Cámara es porque no está legitimado para hacer una constitución por su cuenta y sin embargo la han hecho y además nos la traen ¿para qué? ¿Qué pretenden: proclamar su independencia con nuestras bendiciones? ¿Cómo se entiende esto?

Hemos de concluir, señorías, que lo que nos han remitido, bajo capa de una reforma estatutaria, es en realidad una petición de reforma constitucional. Lo que, al parecer, esperan los solicitantes es que nosotros, para evitarles la descortesía de un desaire, reconozcamos nuestros errores en materia de soberanía nacional y reformemos la Constitución española de manera que este adiós a España que nos remiten pueda ser reconocido como hijo legítimo de la Constitución española. En otras palabras: cambie usted a la madre para que se parezca a la hija. Si esto es así y dejando a un lado la sospecha de que nos toman el pelo, me da la impresión de que estamos alterando el orden natural de las cosas.

El Parlamento Vasco, como cualquier otro parlamento autonómico, tiene derecho a iniciar el proceso de reforma constitucional tal y como lo señala la propia Constitución en sus artículos 87 y 116. No hace falta que nos lo pida. Háganlo ustedes. Pónganse a trabajar y no pretendan empezar la casa por el tejado. Aborden primero esa tarea y, si tienen éxito, podrán soñar con su Estado Libre Asociado.

Además, si no lo hacen así, resultará lo que ha resultado ahora: que embarcan al Parlamento Vasco en unos acuerdos sobre materias que no son de su competencia, con lo cual dichos acuerdos valen lo mismo que un papel mojado. La cámara de Vitoria no está facultada para imponer cambios en la estructura del Estado o en el ejercicio de los derechos y libertades ciudadanas.

¿Se permitiría que el Parlamento Vasco fijara la fecha de las elecciones autonómicas que es una competencia exclusiva del Lehendakari? No, porque no es competencia suya. De igual manera que esta cámara (en la que hoy estamos) no puede modificar unilateralmente el Estatuto de Autonomía de Gernika, o que el Ayuntamiento de Baracaldo —por seguir con otros ejemplos— no puede aprobar el presupuesto de la Diputación de Vizcaya. Los acuerdos que tome cualquier institución en materias que no son de su competencia no valen nada, aunque los voten el 100% de sus miembros.

Lo cierto, Señorías, es que el Parlamento de Vitoria se ha tomado atribuciones que no le corresponden. Lo están proclamando a voz en grito los recursos que se han presentado ante los tribunales: dentro del país vasco, la diputación Foral de Álava y en su vecindad las Comunidades de Navarra y de Castilla-León.

Todos por el mismo motivo: que se toman atribuciones que no les corresponden. A nadie puede extrañarle que los navarros protesten una vez más del obsesivo acoso anexionista que perciben constantemente en el nacionalismo vasco. En resumen, no estamos, como se pretende, ante un proyecto de reforma de un estatuto de autonomía y, en consecuencia, no podemos aprobarlo como si fuera lo que no es. Por eso, mi grupo se opondrá a la toma en consideración.

Lo único que hoy nos importa de este proyecto es que abandona el marco legal, que es incompatible con la Constitución, que deroga el Estatuto de Gernika y que aborda materias que no le competen. Por eso, quienes estamos obligados a defender la ley mientras la ley no cambie, no lo podemos admitir. A esto se reduce todo, señorías.

Lo que está en cuestión esta tarde no es si aprobamos o no determinado documento, sino si en España se aplica la ley. Y no hay nada más que hablar. Contra lo que temía el señor Ibarreche, no nos rasgamos las vestiduras, no pisoteamos su propuesta, no damos portazo alguno ni desairamos a nadie. Todo lo contrario. Nos conviene a todos, incluido el señor Ibarreche, ser rigurosos con la ley y respetar los procedimientos.

La libertad, señorías, no significa disfrutar el derecho a hacer lo que nos plazca sino, como señaló Montesquieu, el derecho a hacer lo que las leyes permiten. No cabe libertad fuera de la ley. ¿Es esto el caos como se ha dicho? No. Es la legalidad. La legalidad en la que se encuadra el Estatuto de Guernica. La legalidad que da sentido a este debate y también la legalidad que señala sus límites. Aquí no habrá más caos que el que otros quieran alentar. Y esto me lleva a la siguiente consideración.

Me he propuesto no alterar la moderación de mi tono pero, convendrán señorías en que si malo es el fondo del asunto que nos ocupa, peor ha sido la forma, plagada de menosprecios y desplantes. No lo digo para cargarme de razón a la hora de rechazar la propuesta. Sería igualmente rechazable aunque se presentara con unos modales exquisitos, pero hubiéramos ganado en respeto y en decoro. No quiero pasar por alto lo que me ha parecido un desprecio grave a las Cortes españolas.

Señorías, no sólo se nos exige algo que es ilegal por parte de quien no tiene derecho a exigirlo, sino que se nos exige en rebeldía. Recibimos un documento que equivale a una declaración de independencia y yo me pregunto: ¿Cuál es nuestro papel? ¿Se nos informa? ¿Se nos consulta? ¿Se nos advierte? ¿Se nos amenaza? No lo sé.

Porque se supone que debemos aprobarlo, pero ya se ha anunciado el propósito de convertirlo en hecho consumado y, nos guste o no nos guste, convocar un referéndum ilegal. Se solicita el acuerdo de esta Cámara, pero ya se nos ha dicho que no se tendrá en cuenta nada de lo que aquí se decida.

La misma propuesta establece que haya o no haya acuerdo con el Estado español, en el plazo máximo de seis meses desde la entrada en vigor del nuevo estatuto —es decir desde que decidan publicarlo en el Boletín Oficial del País Vasco—, el Estado Asociado comenzará a ejercer en plenitud y sin excepción todas las potestades, funciones y servicios. ¿Qué clase de farsa es esta?

Señorías, pretender que tomemos en consideración algo que ya se ha determinado llevar a cabo en cualquier caso, sólo se puede calificar de desfachatez. Una desfachatez revestida de hipocresía, de exigencias de diálogo, de espíritu constructivo, de relaciones amables y de no sé cuantos perifollos más para disfrazar las intenciones verdaderas. Se nos exige diálogo.

Nos lo exige quien rompe los acuerdos, se salta la ley, disfraza sus intenciones, dinamita el consenso, nos presenta deliberadamente un proyecto inadmisible, y nos amenaza con hechos consumados. ¿Dónde está esa voluntad de diálogo? ¿Diálogo sobre qué señorías? ¿Sobre un fraude de ley? ¿Sobre una desfachatez? ¿Sobre cómo establecemos un régimen de castas en el País Vasco?

Los promotores de este plan no buscan el diálogo, sino el acatamiento. No reclaman un debate, sino la claudicación. Nos traen el certificado de defunción de nuestras normas de convivencia y pretenden que pactemos el tipo de entierro.

Confieso, señorías, que si hubiera estado en mi mano, no celebraríamos este pleno. Como saben ustedes propusimos a la Mesa de esta Cámara un procedimiento que, en nuestra opinión, se adecuaba mejor a la legalidad. Ahora bien, una vez que estamos aquí, no seré yo quien rechace la oportunidad de dialogar.

Hemos reservado toda una tarde para el intercambio de razones y nadie podrá decir que ha faltado el diálogo. Tal vez, a algunos este diálogo les parezca breve, pero es que el asunto no da más de sí. Yo creo en el diálogo como instrumento para el acuerdo. Pero exijo buena fe, respeto a la ley y lealtad al interés general. De eso se trata. Yo creo en el diálogo, pero reconozco que será muy difícil cualquier clase de entendimiento mientras los promotores de este plan no corrijan algunos malentendidos. Porque se empeñan en imponer unos supuestos que no todo el mundo comparte.

Si no les entiendo mal, defienden que el Pueblo Vasco es soberano, que es el único legitimado para decidir sobre su futuro y que estableció un pacto con el Estado en 1979, el cual ha sido traicionado. Creo que esto lo consideran un dogma y, desde luego, lo defienden y lo difunden como tal.

Tienen derecho a pensar lo que quieran, pero no les conviene equivocarse respecto a los demás: no debieran dar por hecho que tienen razón, que todos vamos a compartir sus creencias y que vamos a convertirlas en leyes. Eso no sería posible, no sería razonable y, sobre todo, no sería justo.

Si no modifican esos planteamientos o los guardan en el armario de las ilusiones remotas, como hemos hecho todos en lo que nos toca, no vamos a poder entendernos. Les diré por qué, señorías: En primer lugar porque ya no vivimos en el siglo XVIII.

Todo el mundo tiene derecho a cultivar conceptos antiguos pero no se puede pretender que una democracia moderna los comparta. Porque son conceptos que la Ilustración desterró del lenguaje político y del derecho público hace 200 años, señorías (En España, con las Cortes de Cádiz). Con la democracia contemporánea nació el ciudadano, el individuo, como sujeto de derechos y deberes. Nació la igualdad. Y el viento de la historia se llevó todos los vestigios del Antiguo Régimen, es decir, los presuntos derechos de pueblos, clanes, tribus o parroquias.

La Constitución que compartimos, la que da sentido a esta sesión, no admite que nada se alce sobre los derechos de la persona ni que un pueblo tenga más derechos que un ciudadano; no consiente que ninguna creencia (laica o religiosa) recorte la libertad individual y no tolera diferencias entre los individuos porque, ante la Constitución, todos los españoles son iguales independientemente de su sexo, raza, religión, lengua o ideología.

Yo creo que quienes han redactado este texto pueden comprender que cualquier reforma que pretenda recortar la libertad de los ciudadanos invocando los presuntos derechos indefinidos de un pueblo metafísico tropezará con muchas dificultades en esta Cámara. Es muy importante que esto quede claro para que podamos entendernos. Porque este es el lenguaje de la democracia. Todo lo demás es mitología.

Lo mismo ocurre, señorías, con el concepto de soberanía. En España, como recoge la Constitución, no existe más nación que la española. Dicho de otra manera: en España solamente hay un cuerpo ciudadano que esté legitimado para elaborar una constitución, es decir, para constituirse en Estado: el conjunto de los españoles.

En España, la soberanía, la única autoridad que no tiene que dar cuentas a nadie por ser soberana, la encarna el conjunto de los españoles y se expresa a través de las urnas. No existe otra. Esta soberanía, esta autoridad suprema, estableció que el País Vasco podía constituirse en Comunidad Autónoma, le fijó las normas y le señaló un ámbito vasco de decisión, que por cierto es riquísimo. En efecto, existe un ámbito vasco de decisión para todas aquellas cosas que ha autorizado la soberanía nacional y mientras las autorice. No hay otro.

Estoy recordándoles, señorías, algo que es obvio aunque algunos hagan como que no oyen: el País Vasco no es patrimonio privado de nadie. Todos los españoles tienen derecho a decidir sobre su presente y sobre su futuro, del mismo modo que todos los españoles, incluidos los vascos, tienen derecho a decidir sobre el futuro de Murcia o de Melilla. De hecho, todos los días tomamos decisiones en esta Cámara sobre cosas que afectan a cualquier rincón de España.

Nosotros, las Cortes, representamos a esa soberanía nacional. El señor Ercoreca, también. Y la señora Lasagabaster, también. Porque ninguno estamos aquí en representación de nuestro pueblo sino en representación de todos los españoles. Esto no es una lonja de contratación ni una casa de subastas. Aquí no venimos a dirimir pleitos privados. Cada uno de nosotros representa a todos los españoles, es decir, a la soberanía nacional.

El Parlamento vasco representa a su vez la voluntad de los ciudadanos vascos. Sí. Pero sólo en aquellas materias que le competen, es decir, en aquello que le ha confiado la soberanía nacional para que lo administre. He dicho confiado y he dicho bien, porque estamos hablando de una relación de confianza. Yo sé que esto choca frontalmente con algunas ideologías, pero esta es la ley. Estas son las reglas que todos hemos jurado respetar y defender. Todos.

Es muy importante que se respete la ley y que nadie la tome a beneficio de inventario. Cuando algo no nos gusta, el camino legítimo para cambiar las leyes no consiste en suplantar a la soberanía nacional, sino en persuadirla para que las modifique. Todo lo contrario de lo que hace y preconiza el señor Ibarretxe.

Sólo quienes sean capaces de convencer a los españoles, o a quienes les representamos, para que se hagan las cosas de otra manera pueden lograr una ley que coincida con sus pretensiones. Esto es el abc de todas las democracias contemporáneas, incluida la española.

Un tercer mal entendido se refiere al referéndum. Señorías, ni siquiera el presidente del Gobierno puede convocar un referéndum sin la autorización de estas Cortes. Menos puede hacerlo ningún presidente de comunidad autónoma, y si alguno lo hace, prevarica, es decir se sitúa fuera de la ley.

No sé de qué se sorprende el señor Ibarretxe si es que habla de buena fe. Él sabe perfectamente que no está facultado para convocar un referéndum. Tampoco lo está para dictar sentencias en los tribunales u operar de apendicitis. La ley no se lo permite y no creo que le moleste. Ser el representante del Estado no conlleva poder suplantar al Estado. Al contrario, le obliga a ser el primer garante de la legalidad. No olvidemos que ocupa un cargo constitucional y que su legitimidad se basa en la confianza que en él deposita la soberanía nacional.

Si no aceptamos esto, todo diálogo será imposible, señorías. Lo cual no significa recurrir a las tortas. Ni mucho menos. Esto es un Estado de Derecho basado en el imperio de la ley. Entre nosotros, para quien abandona la senda legal basta con los tribunales.

Personalmente, señorías, no tengo miedo al resultado de un referéndum y menos en el País Vasco. Lo que temo es que no se respete la ley, que se sienten precedentes, que cunda la impresión de que en este país las normas no se respetan y la autoridad no ejerce.

Señorías, con el mismo afán de poner las cosas en claro, debo corregir a quienes difunden la fantasía de que existe un pacto entre el Estado y el País Vasco. No existe tal pacto. Nunca ha existido y supongo que nunca existirá. Eso es una entelequia propia de las creencias, la ideología y la propaganda de los redactores del proyecto que hoy analizamos.

Yo no soy responsable de que algunas creencias no coincidan con la realidad. Es un problema que arrastran aquellas ideologías del siglo XIX que no han querido actualizarse. No se lo reprocho, pero no me culpen a mí por tener los pies en el suelo y vivir en el siglo XXI. En fin, señorías, por terminar con esta modesta iconoclastia de mitos sin fundamento que entorpecen cualquier diálogo: no es cierto que los españoles rechacemos algo que los vascos demandan. Eso no es verdad. La verdad es que esta Cámara va a rechazar una propuesta que ni siquiera los vascos aceptan.

Quien ha dicho ya que no a este plan es la ciudadanía vasca. Son los vascos. Los autores del plan que hoy se nos presenta no han sido capaces de lograr un acuerdo amplio en el País Vasco. Nos han traído el presunto proyecto de reforma sin consenso, con el apoyo de sólo el 52% de los parlamentarios, es decir, con una mayoría cogida por los pelos. Esto, en términos de censo electoral, no pasa del 41%.

¿Qué sucede en el País Vasco? ¿Por qué un proyecto de estas características no logra mayor respaldo, incluso un apoyo entusiasta de la mayoría de la población, como ocurrió con el Estatuto de Guernica? ¿A qué lo atribuye el señor Ibarretxe?

Miren ustedes, sin salir de esta sala, entre los diputados que proceden del País Vasco, que viven en el País Vasco, ocho van a votar a favor pero once, es decir, más, van a votar en contra. Y son todos vascos.

No estamos ante un desafío entre España y el País Vasco. Estamos ante una gravísima fractura de la sociedad vasca que este proyecto pretende convertir en una gigantesca injusticia. Porque la intención clara de quienes defienden este plan es crear un marco en el que una mitad se impone a otra mitad; unos vascos, tal vez de primera, imponen antidemocráticamente a todos los ciudadanos algo que no tienen derecho a imponer y que los ciudadanos tienen derecho a rechazar, aunque el ejercicio de ese derecho les pueda costar la vida a algunos.

A los vascos no les gusta este plan, señorías. Tratar de imponérselo sería una injusticia que nosotros no secundaremos jamás. Jamás. Y, además, constituye una deslealtad. Algunos fingen que no se dan cuenta, pero el proyecto que hoy nos presentan constituye una grave deslealtad con el consenso que supo articular ese Estatuto de Guernica que ahora pretenden derogar.

Una deslealtad con la soberanía nacional porque aquel estatuto estableció, con una gran generosidad, una comunidad política que no había existido nunca en la historia. Una deslealtad con la población que le prestó apoyo universal porque representaba una enorme esperanza de convivencia en tolerancia y en paz; porque era un estatuto en el que cabían todos los vascos.

Esto es lo que ahora pretende traicionar esta tentativa de ruptura, este programa excluyente, esta maniobra que deja en la calle a la mitad de los vascos. ¿Cómo van a querer los ciudadanos un proyecto que establece un régimen de castas? Precisamente, donde más resplandece el pelaje antidemocrático de la propuesta es en lo relativo a la nueva situación de los ciudadanos; en esa distinción que se proponen realizar entre ciudadanía y nacionalidad vascas.

Por fin van a poder diferenciar algunos entre los vascos nacionales y los españoles errabundos sin nacionalidad vasca; entre los de casa y los de fuera; los propios y los ajenos; los justos y los prescindibles… ¿Qué lectura piensan ustedes que puede hacer ETA de estas premisas? Hablo de ETA, sí. Porque ETA interviene mucho en esta historia. Durante toda la transición ETA y no el PNV ha sido la fuente en la que ha bebido el irredentismo vasco. ETA ha establecido las metas que otros aquiescentemente, han convertido en programas.

¡Claro que hablo de ETA! No sólo porque ETA es la inspiradora del proyecto que otros han puesto por escrito, tras romper en Estella el consenso de la sociedad vasca en torno al Estatuto de Gernika. No sólo porque ETA ha prestado sus votos para este viaje. No sólo porque ETA contribuye al éxito del plan amordazando a la mitad de la población vasca.

Para nosotros, además, los terroristas están muy presentes porque son responsables de casi mil asesinatos cuya memoria no queremos ultrajar. Ocurre que los han matado, precisamente, porque estorbaban las mismas pretensiones que este proyecto recoge.

Los han matado porque no hemos atendido las exigencias de los terroristas. Los han matado porque representaban unos valores que ahora se quieren desterrar del País Vasco. No podemos olvidarnos de ellos. ¿Qué le hace pensar a nadie que aquello que no permitimos que nuestros asesinos arrebataran porque era ilegal, injusto, incivil… ha dejado de importarnos?

Quienes promocionan este plan parece que no se dan cuenta, pero con lo que ahora nos exigen, vienen a decirnos que todo nuestro esfuerzo ha sido inútil; que las mil víctimas de ETA estaban equivocadas; que todos han muerto en balde: los guardias civiles, los policías, los jueces, los militares, los empresarios, los concejales… ; que Enrique Casas, Gregorio Ordóñez, Miguel Angel Blanco, Fernando Buesa y tantos otros… estaban ofuscados; que tenían razón sus asesinos fanáticos; que tuvieron que matarlos porque nos habíamos obcecado y, en fin, que podíamos habernos ahorrado mucha sangre si hubiéramos sido más flexibles.

¿Eso es lo que quieren decirnos? ¡Pues no, señor! No se han equivocado. No han muerto en vano y no vamos a traicionar su memoria. No han sido ellos los equivocados. Tampoco lo es esa mitad de vascos que rechaza esta propuesta injusta.

Por cierto, señorías, ¿qué pasaría con ellos si esto se aprobara? ¿Qué deberían hacer los vascos que lo rechazan, es decir, la mitad? ¿Irse? ¿Callarse? ¿Y si no se callaran? ¿Y si pretendieran que sus derechos individuales son más importantes que los de no sé qué creencia?

¿Qué haría ETA en ese caso? ¿Qué dispondría contra quienes enturbiaran la presunta marcha triunfal del presunto pueblo? ¿Cuánta sangre correría en el País Vasco si algunos se salieran con la suya? ¿A esto le llaman paz? ¿A esto se refieren cuando hablan de una oportunidad para la paz? ¿Qué clase de oportunidad sería esta?

La paz, dijo Cicerón, es una libertad en calma. Una libertad, señorías. A algunos les parece que este proyecto la proporcionará. Sin duda lo hará con algunos, por ejemplo, con los que ya viven en paz y no necesitan escoltas. Para todos los demás, ese proyecto no contiene ni un gramo de libertad. No habrá libertad en el País Vasco, señorías, ni habrá paz, mientras exista ETA.

Y cuando ETA desaparezca y todos los vascos respiren libertad, entonces, señorías, nadie tendrá que poner precio a la paz, porque estaremos habitándola. De esto no tengo duda. Mi duda es si a esa paz, ¡que llegará!, habrá contribuido el señor Ibarretxe. Yo voy a ayudarle rechazando su plan.

Termino, Sr. Presidente. Fíjense, señorías, en el contrasentido de que hoy estemos debatiendo sobre un proyecto que pretende romper nuestro ámbito de convivencia, y dentro de unos días acudamos a las urnas para ratificar la unidad de los europeos.

El mundo en general, y Europa en particular, asisten a procesos de unión y no de ruptura; a sumas que no a restas. Y, sin embargo, aquí estamos nosotros debatiendo sobre esta regresiva propuesta, contraria a las tendencias de nuestro tiempo y que ni siquiera tiene hueco en la Unión Europea.

Señoras y señores diputados: Rechazar este plan, como he dicho antes, no significa propiciar el caos sino fortalecer la legalidad. Porque el País Vasco cuenta con una norma legal muy sólida, el Estatuto de Guernica que —aunque parece que algunos lo olvidan— continua vigente.

Es bueno recordar que este Estatuto obtuvo el apoyo de más del 90% de los electores vascos. Ésta, señorías, es la mejor regla para medir la calidad de cualquier proyecto de convivencia: la conformidad de los afectados. Mucho más en una sociedad dividida. No debiéramos ni siquiera tomar en consideración ninguna propuesta que no contara con un grado de apoyo semejante.

Con este criterio, señorías, hemos de reconocer que no existe hoy mejor estatuto para el País Vasco que el Estatuto de Guernica. No entiendo de dónde proceden tantos afanes, más o menos arcangélicos por reformarlo.

En el País Vasco hay asuntos mucho más apremiantes para resolver. Lo que necesita urgentemente la sociedad vasca no son reformas estatutarias sino libertad; no, planes que nadie demanda —los hagan unos, los hagan otros o sean intermedios— sino vivir en paz; no, fomentar los malentendidos sino garantizar la igualdad de todos los ciudadanos; no, que pongamos nuestro empeño en cortejar al irredentismo sino en liberar a una sociedad secuestrada por los violentos.

En resumen, señorías, el plan para la supuesta reforma del estatuto del País Vasco que nos ocupa, no cumple los requisitos que exige la ley, es incompatible con la Constitución y, en consecuencia, debe ser devuelto al Parlamento Vasco.

No respeta la Constitución Española porque no reconoce la soberanía nacional, ni toma en cuenta el reparto de competencias establecido, ni acepta la igualdad de los españoles, ni garantiza la preeminencia de los derechos individuales. Para colmo, no se ocupa de la autonomía sino de la independencia. La libre asociación al Estado Español no es más que un aderezo retórico para resguardar la permanencia en la Unión Europea.

Nos están pidiendo algo que no puede ser a sabiendas de que no puede ser. Tal vez piensan que ganan algo con pedirlo. No lo sé. Nosotros vamos a cumplir con nuestro deber al negarnos.

Muchas gracias.

http://www.libertaddigital.com/noticias/noticia_1276243064.html

España como superestructura

España como superestructura ¿Qué es el superestructuralismo?
Miguel Ángel Quintanilla Navarro
http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/463

Desde 1996 se ha desarrollado intensamente una forma de entender la vida política española que ya existía en estado de latencia desde algunos años antes pero no había alcanzado la difusión y la virulencia que ha adquirido últimamente. Esta manera de comprender la política española, a la que denomino superestructuralismo, se caracteriza por afirmar las siguientes proposiciones:

a.) España no es una nación sino un Estado cuyo origen es la Constitución de 1978.

b.) El proceso de transición a la democracia en España que tuvo lugar durante los años setenta fue una farsa. En realidad, lo que llamamos transición no fue más que una parodia que permitió a los detentadores del poder durante el franquismo (es decir, a quienes lo ostentaban ilegítimamente) convertirse en detentadores del poder después del franquismo mediante un proceso de camuflaje en el que las papeletas de votación hicieron de hojarasca. Los franquistas eludieron la ruptura de su régimen, se mimetizaron con los demócratas y consiguieron mantener su dominio mediante el uso fraudulento de las instituciones democráticas. El proceso constituyente no fue tal, sino que durante el mismo la derecha, protegida por el ejército y por otros poderes, impuso sus criterios y sus valores al resto de participantes, que tuvieron que aceptar lo que se les ofreció. La Constitución —o más exactamente, lo que los constitucionalistas suelen llamar bloque de constitucionalidad (Constitución más estatutos de autonomía más jurisprudencia del Tribunal Constitucional)— no es el resultado de un pacto libre, sino de una imposición de la derecha sobre el resto. Este tipo de razonamiento puede adoptar formas más o menos académicas según el momento.

c.) Por detrás de la vida política aparente discurre una vida política real que es contradictoria de aquélla y esencialmente corrupta y antidemocrática. La forma del poder no muestra el poder sino que lo oculta. Parlamentos, elecciones, magistraturas, y cualesquiera otras instituciones que forman parte del sistema político español son sólo trampantojos que engañan a los incautos que creen que en España las cosas cambiaron con la muerte de Franco. Lo que cambió fue sólo lo necesario para que todo siguiera igual.

d.) Puesto que nada ha cambiado pero parece que sí, la política no debe consistir en actuar de buena fe en las instituciones, sino en desenmascarar lo que está pasando, en desvelar el engaño. De hecho, una de las ocupaciones más queridas por los superestructuralistas es la detección de “tics” autoritarios, pequeños gestos inconscientes que delatan lo que verdaderamente nos pasa o lo que verdaderamente somos. Alguien que parece demócrata se revela como antidemócrata a través de un tic que el político superestructuralista detecta y expone al público como una prueba más de que las cosas y las personas no son lo que parecen. El político superestructuralista ocupa las instituciones transitoriamente y mientras llega el verdadero cambio que está pendiente; estar en un parlamento puede ser útil para difundir más eficazmente la única verdad que importa —que todo es un engaño— pero no puede constituir un acto que legitime las instituciones que son ocupadas. La política no debe ser pacto ni transacción sino denuncia y desestabilización, difusión de una sospecha general e inconcreta acerca de las instituciones y de quienes las dirigen, o, en su vertiente intelectual más suave, revisionismo, impugnación del pacto constitucional.

e.) La violencia política ha de entenderse como el resultado de la gran farsa constituyente. Quienes han hurtado el poder mediante procedimientos arteros y han diseñado luego unas instituciones represivas, no representativas, no pueden sorprenderse de que haya quien se decida a procurar cambiar las cosas por el único camino que le queda: mediante la violencia. La violencia política es responsabilidad de quienes mandan y no deberían mandar, que empujan a los violentos a una situación desesperada. La queja de quienes ejercen la violencia hacia quienes mandan no es sólo por hacerles padecer un régimen opresor, sino por obligarlos a ser terroristas. Los superestructuralistas no violentos (que son la mayoría) reclaman que se aprecie el esfuerzo que hacen para no darse a la lucha violenta e incluso pedir a quienes la ejercen que dejen de hacerlo, aunque suelen advertir de que, de seguir las cosas así y no producirse un cambio significativo, les será difícil mantener y recomendar una actitud tan templada. Su excelencia moral —dicen— tiene un límite.

f.) España es hoy una ficción que es sostenida mediante la amenaza, la violencia y la represión. Cualquier símbolo nacional español lo es de esa ficción y de esa violencia, y cualquiera que haga uso de los símbolos de España debe ser considerado promotor de esa agresión. Quienes afirman que existe un modo limpio y valioso de entender a España como nación lo único que hacen es prolongar y sofisticar un poco más el gran engaño de 1978. Ser español es un estigma, no un orgullo ni una afortunada casualidad, ni nada que pueda expresar sentimientos o ideas apreciables.

g.) La pérdida del Gobierno de la Nación por el Partido Socialista en 1996 confirma las sospechas del superestructuralismo y le proporciona una evidencia incontestable. Los resultados electorales de 1996 y de 2000 no fueron el fruto de unas elecciones limpias en las que los votantes mostraron libremente sus preferencias políticas, sino el final de la gran farsa: la vuelta de la derecha al poder, o más bien el reconocimiento descarado de que nunca se había ido. No hay solución de continuidad entre la derecha de los años noventa y el franquismo de los setenta, ni entre éste y el de 1936.

El superestructuralismo español —definido por las afirmaciones anteriores— adopta tres formas, una de izquierda, otra nacionalista y otra de izquierda y nacionalista. En el superestructuralismo de izquierda hay al menos dos referencias teóricas claras, aunque su uso sea confuso y muchas veces inconsciente, y haya experimentado numerosas actualizaciones. Estas referencias pueden ser sintetizadas mediante los siguientes textos:

1.)“El rico, acuciado por la necesidad, concibió finalmente el proyecto más meditado que jamás haya entrado en mente humana: fue emplear en su favor las fuerzas mismas de quienes lo atacaban, hacer defensores suyos de sus adversarios, inspirarles otras máximas y darles otras instituciones que le fuesen tan favorables como contrario le era el derecho natural [...]: “Unámonos, les dijo, para proteger de la opresión a los débiles, contener a los ambiciosos y asegurar a cada uno la posesión de lo que le pertenece [...]”.Tal fue, o debió ser, el origen de la sociedad y de las leyes, que dieron nuevos obstáculos al débil y nuevas fuerzas al rico, destruyeron sin remisión la libertad natural, fijaron para siempre la ley de la propiedad y de la desigualdad, hicieron de una hábil usurpación un derecho irrevocable y sometieron desde entonces, para provecho de algunos ambiciosos, a todo el género humano al trabajo, a la servidumbre y a la miseria.”
(Rousseau, El Contrato Social)
2.) “Mis estudios me llevaron a la conclusión de que las relaciones legales y las formas de estado no podían ser entendidas por sí mismas, ni explicadas por el llamado progreso general del espíritu humano, sino que están arraigadas en las condiciones materiales de vida, resumidas por Hegel [...]con el nombre de “sociedad civil”; la anatomía de esa sociedad civil debe ser analizada por la economía política”.
(Marx, Crítica de la Economía Política)

Los conceptos que expresan estos dos textos son, a juicio de los superestructuralistas de izquierda, directamente aplicables a la España contemporánea. El pacto de 1978 fue una aplicación del primer contractualismo rousseauniano (el contrato que no es social sino lo contrario) y su resultado es una construcción legal, institucional y moral hecha a la medida de intereses privados que se hacen pasar por interés general o nacional: España es una superestructura. En el superestructuralismo nacionalista la teoría importa menos que poder contar una historia que explica el sojuzgamiento de la nación propia a manos del secular expansionismo español, del cual el franquismo ( y en consecuencia el actual sistema político español, puesto que —se dice— éste es lo mismo que aquél) es la expresión más reciente. No obstante, en ocasiones el caso español puede ser expuesto junto a otros, como el francés. Por último, el superestructuralismo nacionalista y de izquierda mezcla los conceptos de los dos anteriores, o “localiza” los conceptos del superestructuralismo de izquierda.


¿Qué hace el superestructuralismo?

La presencia y el arraigo crecientes entre nosotros de este tipo de pensamiento pueden ser considerados como uno de los fenómenos más notables de la política española contemporánea y como uno de los más perniciosos, porque quien adopta este punto de vista se sitúa al margen de la disputa política leal y abierta, al imputar al oponente político un vicio personal irremediable que no se prueba ni se matiza y que permite despreciar cualquier argumento u opinión que provenga de quien así es etiquetado. Si, como es el caso, esa imputación se dirige contra partidos políticos u organizaciones sociales completas, renunciando deliberadamente a cualquier ejercicio intelectual sobre lo que se escucha, entonces el sistema padece un empobrecimiento gravísimo que puede debilitarlo dramáticamente. El superestructuralismo no es un programa político ni una ideología —aunque sirve a diversas ideologías que necesitan de la desaparición de la democracia española para poder prosperar y que encuentran en ella un obstáculo insuperable— sino un vicio moral que irresponsablemente inunda la vida pública de sospechas para conseguir un objetivo ajeno a los que el sistema legitima y que nada tiene que ver con la confrontación entre ideas y programas; no es una propuesta sobre la organización política deseable para la comunidad, sino una patología que impide ver en el rival político otra cosa distinta de un conspirador. El superestructuralista padece el error de creer que a los demás les va siempre mucho mejor que a uno mismo, puesto que uno mismo es la víctima de la conspiración que se denuncia. Esta creencia anima un victimismo sin límite inasequible a cualquier evidencia que se le pueda oponer, puede llegar a ser la justificación de comportamientos personales corruptos (¿por qué respetar una legalidad ilegítima y que está hecha para fastidiarme?) y es el germen de un resentimiento absurdo por lo que no ha tenido lugar. Finalmente, el superestructuralismo pide el cese de lo que no ocurre y es, por tanto, una actitud condenada a ser insatisfecha en lo que tiene de anhelo y a persistir indefinidamente.

En las sociedades abiertas la disputa política no consiste tanto en discutir acerca de lo que se debe hacer para solucionar un problema que afecta a la vida pública cuanto en discutir acerca de cuál es el problema que se ha de solucionar. Los partidos políticos y las organizaciones sociales tratan de “crear problemas” y ponerlos en circulación partiendo de acontecimientos que pueden ser contemplados desde innumerables puntos de vista. Lo característico del superestructuralismo es que aborda cualquier suceso público relevante mediante la invención de un problema cuya solución pasa ineludiblemente por el desleimiento de la organización política de España y por la negación de su sustancia nacional. El superestructuralismo procura que el debate político español se convierta en una disputa sobre España con motivo de cualquier cosa, de forma que las instituciones representativas no sirvan para discutir acerca de cómo debemos abordar los problemas políticos sino para abordar el problema que constituye la existencia de España; tiene, por tanto, un carácter metapolítico que lo coloca en un plano epistemológico diferente del que ocupan los políticos que no son superestructuralistas. El superestructuralista no dice algo de lo que él es, no se define a sí mismo, sino que dice lo que son los demás sin atender a lo que éstos dicen que son y al margen de cualquier evidencia. A diferencia del superestructuralismo, la nación española, al expresarse en la Constitución, dijo algo de sí misma, no de quienes están o se sienten fuera de ella, a quienes respeta y protege. En tales circunstancias el diálogo es imposible, porque uno de los interlocutores considera que el otro es el núcleo del problema y le exige que reconozca su culpa y que desaparezca.

Seguramente, el superestructuralismo español es una variante nacional y particularmente dura de una actitud política que está presente, con una coloración diferente según el caso, en todas las democracias liberales; y también fuera de nuestra civilización política: existen algunas coincidencias claras entre algunos argumentos superestructuralistas y algunos argumentos islamistas, por ejemplo, y es tentador adentrarse en ese camino.

¿Cómo oponerse al superestructuralismo?
Lo que se ha producido recientemente ha sido un aumento de la intensidad y de la virulencia (o violencia) de la presencia social del superestructuralismo español; su exacerbamiento, pero no su aparición. La persistencia del superestructuralismo ha sido favorecida por una actitud errónea exhibida con frecuencia por los políticos no superestructuralistas, que se han servido de dos instrumentos poco eficaces cuando han querido hacerle frente —aunque, afortunadamente, se trata de una actitud cada vez menos frecuente—.

En primer lugar, han tendido a desarrollar una oposición estrictamente verbal en lugar de política (es decir, en lugar de emplear el poder del cual legítimamente disponen y del que sólo ellos deberían disponer) lo que hace que los derechos que deben ser tutelados por los poderes públicos queden expuestos a cualquier violación. Es casi milagroso que en el País Vasco, por ejemplo, los ciudadanos demócratas no se hayan decidido a organizar algún tipo de autotutela de sus derechos fundamentales, que son sistemáticamente vulnerados ante la pasividad de la autoridad policial. En esta Comunidad Autónoma el poder público ha amparado la creación de un oligopolio del uso de la violencia del cual forman parte sólo quienes son secesionistas, una privatización de la violencia a favor de los socios políticos y contra los rivales. En segundo lugar, la argumentación contra el superestructuralismo no ha sido de carácter nacional sino estatal: ha tendido a disputar sobre la Constitución de 1978 y su validez en cuanto a sus resultados prácticos (desmentidos en parte por la propia oposición que los superestructuralistas le hacen) y no en cuanto a su mejor valor: que expresa legítimamente la voluntad de la nación española y que esa voluntad manifiesta una exigencia ética admirable; es, por tanto, un valor esencialmente moral, no sólo utilitario. El respeto a la ley (y, desde luego, a la “ley de leyes”) en virtud de su origen y no de su acierto (siempre en disputa) es el núcleo del concepto mismo de “Estado de derecho”. Lo que éste asegura no es el acierto de las leyes, sino su condición nacional, su carácter representativo de la voluntad general. Que, además, creamos que la ley democrática acierta más que la que no lo es, es un asunto distinto, aunque, sin duda, importante.

La condición verbal y estatal de la oposición al superestructuralismo en detrimento de la oposición política y nacional explica el crecimiento de esta patología.

Supongamos, por ejemplo, que el Gobierno Vasco patrocina un libro de texto de uso obligatorio en los cursos de educación secundaria en el que se afirma la existencia durante el siglo XIX de un monte en lo que hoy es la playa de La Concha de San Sebastián. Supongamos, además, que el libro afirma la existencia en dicho monte de un río cuyo caudal circulaba en sentido ascendente. La actitud que el político español ha adoptado frecuentemente a lo largo de los últimos 25 años frente a ese tipo de sucesos ha sido —siguiendo el consejo popular que afirma que no hay que mirar el dedo sino lo que el dedo señala— tratar de refutar la existencia del mencionado monte y negar la posibilidad física de que los ríos fluyan en sentido ascendente. Los testimonios históricos contra la existencia del monte y los científicos contra la existencia del río son tan claros y numerosos que sobre este punto el libro patrocinado por el Gobierno Vasco podría ser justamente calificado como un conjunto de afirmaciones absurdas. Pero si es cierto que la afirmación del libro no hace que el monte exista, también lo es que la inexistencia del monte no hace desaparecer el libro. Y es precisamente el libro y no el monte, lo que el Gobierno Vasco ha puesto en el mundo, su producto político, el ente generado por él capaz de afectar la visión social de la política: es política educativa, no política forestal o fluvial. Quizás, lo correcto sea contravenir la sabiduría popular y aceptar que lo que el político debe hacer es preocuparse más por el dedo que por lo que el dedo señala; hacer contrapolítica educativa, no contraargumentar con planos y geógrafos. El superestructuralismo no se limitará a afirmar la existencia del monte en el siglo XIX sino su inexistencia actual como efecto de una acción culpable que hizo desaparecer lo que antes existía. Cuando un chaval de 16 o 17 años visite la playa de La Concha y constate la ausencia del monte y del río ascendente, probablemente no verá en ello la refutación de lo que su libro cuenta, sino su confirmación: “efectivamente, alguien ha hecho desaparecer nuestro monte maravilloso”. Obviamente, quien ha hecho desaparecer el monte es España. El libro puede generar efectos políticos, independientemente de que lo que cuenta sea o no verdadero, o simplemente verosímil. Lo ausente es infinito; y ante los ojos del nacionalista, lo existente es potencialmente culpable de cada inexistencia, infinitamente culpable.

La vigencia de esta actitud —la adopción de una estrategia verbal de enfrentamiento contra el superestructuralismo y la elusión del enfrentamiento político, la renuncia por parte de los poderes públicos españoles al ejercicio de una compulsión legítima sobre la vida pública— sigue siendo muy frecuente, aunque ha ido decreciendo a lo largo de los últimos años; de hecho, se puede decir que la decisión de enfrentar políticamente al superestructuralismo allí donde adopta políticas y no sólo opiniones, es una de las razones de su exacerbamiento reciente, porque ha comenzado a encontrarse con resistencias fácticas que impiden la continuidad del plácido progreso que ha experimentado desde hace décadas. Esta oposición política que ahora comienzan a experimentar es considerada por los superestructuralistas como el fruto de un “ánimo crispador” inaceptable, pero realmente la política contra el superestructuralismo es una reacción a la existencia previa de una política antiespañola, no viceversa. El exacerbamiento (que presupone la existencia de lo que se exacerba) es, a su vez, una reacción lógica; igual que la proximidad del policía exacerba la furia del delincuente.

Los desafíos del superestructuralismo son cada vez más difíciles de resistir y exigen un decidido empeño político, un uso del poder legítimo en defensa de la palabra de la nación española expresada en la Constitución de 1978. Esa palabra es valiosa por lo que expresa, pero, sobre todo, por ser expresión de la voluntad nacional. La mera presencia pública de la nación bastará para negar y vencer al superestructuralismo; pero no bastará la rememoración de lo que la nación supo hacer en 1978. El superestructuralismo no se dirige contra el Estado (que es lo que la Constitución define) sino contra la nación (que es origen de la Constitución y del Estado) -carece de sentido hablar de patriotismo constitucional sin aludir a la necesaria existencia de un patriotismo constituyente y, por tanto, preconstitucional que lo ha hecho posible, salvo que interesadamente se eluda la rememoración de ese tiempo histórico y se sugiera una suerte de “hilozoísmo constituyente”: la constitución se hizo a sí misma-. Si el superestructuralismo lo ha tenido tan fácil hasta ahora ha sido en parte porque nos hemos comportado como si realmente sólo fuéramos un Estado y no una nación. Asumir que España empieza en 1978 es casi afirmar que en 1978 habría sido posible que empezara cualquier cosa —cualquier forma política de cualquier amplitud geográfica— si se hubiera deseado, y facilitar la visión superestructuralista de España. Sin duda, debemos apreciar y respetar nuestra Constitución, pero debemos comenzar a exponer sin miedo una realidad histórica más profunda y más antigua que es origen de nuestra condición de Españoles y que hace que tenga sentido la existencia de la Constitución de 1978.

La conmemoración de la Constitución debe presentarse como la recuperación de una antigua tradición de libertad y de mérito cultural y nacional que fue interrumpida por la guerra y por sus antecedentes y consecuencias, y cuyas raíces se pierden en el tiempo, sin que esto suponga acometer interesadamente una exégesis edulcorada de nuestra Historia; es decir, debe presentarse como lo que verdaderamente es: la forma en que la nación española ha ordenado el poder cuando libremente ha podido hacerlo. Una ordenación laboriosa, compleja, esencialmente acertada y realizada en un momento difícil, razones que pueden originar un moderado orgullo colectivo en quienes la protagonizaron y un hondo sentimiento admirativo y de gratitud en quienes hemos podido ordenar nuestra vida bajo el amparo de la obra que otros ejecutaron generosamente.

La nacionalidad española no es —afortunadamente— algo estático sino algo evolutivo, creativo, comunicativo, vivo; pero, en todo caso, algo real. Obrar teniendo en cuenta su existencia no es sólo una posibilidad sino una necesidad. Si elucidar la realidad histórica de España es útil y no sólo un ejercicio de erudición, es porque al afirmar su existencia se afirma la realidad de un tejido espiritual cuya ignorancia puede originar catástrofes tan ciertas como las que origina la ignorancia de cualquier obstáculo físico. Además de real, la nacionalidad española es hoy algo infinitamente superior al superestructuralismo desde cualquier perspectiva moral. La defensa de los derechos humanos y de las minorías, la consideración personal de la vida humana, la adopción del supranacionalismo (la permeabilidad de la nación, y aun el dejarse gobernar por otros), la limitación y la vigilancia del poder político y los procedimientos democráticos de obtención del mismo, o el respeto por el Estado de derecho distinguen nítidamente lo que la nación española ha puesto en el mundo de lo que cada día ponen en él los superestructuralistas de todo tipo. De esa superioridad deben empezar a ser conscientes los españoles, y en ella deben encontrar ánimo para contradecir y contravenir al dogma superestructuralista.

Discurso de clausura del 15 Congreso Nacional

Discurso de clausura del 15 Congreso Nacional Rajoy pide un partido firme en sus convicciones, generoso en su dedicación y leal con sus compromisos
03/10/2004

·“Algunos viven de cara al pasado, rumiando nostalgias; nosotros miramos al futuro, con los pies en el suelo y sin hipotecas rancias”
·Afirma que al PP “se viene a trabajar por España con garra, con convicción, con espíritu de sacrificio y con una ilusión inagotable”
·El Congreso ha servido para recoger de nuevo los problemas auténticos de la gentes, sus inquietudes reales, de forma que el Partido tiene una respuesta preparada
·Asegura que Zapatero se refugia en la política del talante para disimular su incapacidad
·Explica que la labor del Gobierno se resume en denigrar el pasado, pagar las hipotecas de sus socios y crear problemas donde no los había
·Rajoy ha explicado que es disparatado revisar lo que es España cada veinticinco años.
·El PP defiende una idea de España estable, solvente, unida, que ofrezca una imagen sólida, segura de sí misma
·Afirma que se puede alcanzar el pleno empleo, pero con una política económica seria, que evite el despilfarro, fomente las infraestructuras e inspire confianza
·“Cada día está más claro que esa historia del talante no es más que una coartada para eludir compromisos y disimular incapacidades”
·Reitera su compromiso de mantener el pacto contra el terrorismo y ofrece al Gobierno un acuerdo en política exterior
El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, en el discurso de clausura del XV Congreso Nacional, ha pedido a todos los compromisarios del PP “un partido firme en sus convicciones, generoso en su dedicación, leal en sus compromisos. Un partido honrado. Un partido que, ocurra lo que ocurra en España, conserve siempre la cabeza sobre los hombros y sirva de referencia para esa mayoría de españoles, amantes de la libertad y de la justicia, que quieren convivir tranquilos en una España próspera, unida y solidaria. La España del Partido Popular”.

Para Mariano Rajoy, en el PP no caben personalismos, ni ambiciones menudas, ni caracteres derrotistas. Al partido “se viene a trabajar por España con garra, con convicción, con espíritu de sacrificio y con una ilusión inagotable”, que es lo que importa a todos y eso es lo importante para nuestra sociedad: “España nos necesita, España nos está esperando y nosotros vamos a cumplir”.

MIRANDO AL FUTURO
El presidente nacional ha definido al PP como un partido nuevo, “el único que es hijo de la España de hoy, el único que no arrastra polvos y telarañas del pasado”, frente a algunos que “viven de cara al pasado, rumiando nostalgias y arrastrando goteras hereditarias. Nosotros miramos al futuro, tenemos los pies en el suelo y el ánimo desembarazado de hipotecas rancias”.

Algunos quieren dividir a los españoles, pero “nosotros miramos por la unidad y por la solidaridad de todos”, un partido que cuenta con la gente, que mira por la gente y que no tardará en recuperar la confianza de la mayoría, ya que ha puesto al día su proyecto, sin variar las convicciones.

Según Mariano Rajoy, este Congreso ha servido “para poner el partido, el proyecto y nuestras ideas al día. Para asegurarnos de que no perdemos el contacto con la realidad”; ha servido para recoger de nuevo los problemas auténticos de la gente y sus inquietudes reales. Además, ha hablado a los jóvenes, que deben prepararse para afrontar unos retos en el proceso de cambio que vive la sociedad.

Mariano Rajoy, por último, ha hablado sobre la presidencia del PP, “la mayor responsabilidad que he alcanzado en mi vida”, cargo que asume “con enorme ilusión y con el propósito decidido de ser el primero en todo y no defraudaros”.

Durante su intervención ha reiterado que cuenta con todos, con la seguridad del trabajo y el esfuerzo suplementario que exige esta nueva etapa. “En el PP hay sitio para todos los que quieran al PP y sirvan al PP. Quien no quiera arrimar el hombro, quien pretenda que el partido esté a su servicio, quien quiera servirse de los votos y de los puestos que pertenecen al PP, se ha equivocado de partido”.

POSICIÓN SECTARIA
El presidente del PP, Mariano Rajoy ha explicado que hasta hace muy poco “vivíamos en una España próspera, laboriosa, optimista, segura de sí misma, confiada en el futuro”. España crecía más que nadie en Europa, se creaban empleos y aumentaba el peso de nuestra nación en el mundo, de forma que los españoles estaban satisfechos con “aquella España del PP porque ofrecía oportunidades, seguridad y confianza”.

El Partido Socialista llegó al Gobierno con una primera obsesión, “echar por tierra todos los avances del Partido Popular. Desde entonces, ninguna tarea les ha entusiasmado tanto como desmantelar nuestra labor, frenar el desarrollo y llenar de sombras lo que era un horizonte de esperanzas”. Ahora, con una “posición inequívocamente sectaria”, pretenden encarnar el bien, “monopolizarlo”.

El PSOE, según Rajoy, no contaba con ganar las elecciones, “no se había preparado para gobernar” por lo que no tenía ningún plan de gobierno”. Ahora, todos los españoles están “alarmados” e “inquietos” delante de un Ejecutivo que “no habla claro, que oculta sus intenciones, que pastelea con los independentistas y que ya está fabricando parados”.

LAS EXTRAVAGANCIAS DE ZAPATERO
Sobre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha explicado que toda la aportación de Zapatero se ha reducido “a la teoría política del talante”, lo que le lleva a un discurso cada vez más próximo a “la extravagancia”.

Ante esta postura, sólo cabe preguntarse si Zapatero se refugia en ellas para disimular su incapacidad, o quizá sólo “pretende embaucarnos”. En realidad el presidente “necesita distraernos. Necesita disimular que carece de proyecto conocido en todos los campos. Porque no consta que tenga un plan”.

Esta falta de proyecto se ejemplifica en las continuas rectificaciones de los ministros y ministras. Así, Mariano Rajoy ha recordado las vueltas atrás en temas como “el IVA cultural, el precio de los libros, el Sáhara los horarios comerciales, las soluciones habitaciones, el copago, “y hasta con la medalla de Bono”. “Cada comparecencia pública de los ministros es una caja de sorpresas”.

Ante esta situación Rajoy pide al Ejecutivo que muestre “un criterio, bueno o malo, pero un criterio. Algo que nos permitiera saber a qué atenernos”. Porque uno de los problemas no son los cambios de opinión de los ministros sino que el Presidente “ni sabe ni contesta”.

DEBILIDAD PARLAMENTARIA
A la carencia de ideas que han demostrado hasta el momento se suma la debilidad parlamentaria ya que no han alcanzado un pacto estable de legislatura, “porque no han sabido, o no han podido”. Además, enfrente tiene el referente de 8 años de gobierno del PP que ha dejado un “listón muy alto” ante el que los socialistas “no se sienten en condiciones de competir ni en el empleo, ni en la economía, ni en el bienestar, ni en el agua, ni en nada”.

Estos motivos les llevan, para poder “sobrevivir políticamente”, a denigrar al PP, “a pagar las hipotecas de sus socios independentistas, las de Llamazares, y situar las prioridades de la agenda política en cuestiones que a bien pocos interesan”.

La única salida de este gobierno socialista es consagrase a la demolición, el aniquilamiento de todo lo que ha realizado y representado el PP en España. “Necesitan imperiosamente echarnos la culpa de todo lo malo que ocurra en España. Necesitan descalificarnos como alternativa. Saben que solamente pueden ganar si desaparece el competidor”, afirmó.

Porque en la actualidad están “sometidos al capricho y al chantaje de sus “amigos” parlamentarios, esa especie de tripartito en la sombra que constituye la auténtica esencia de este Gobierno”. Esta realidad, sin programa, sin mayoría estable, les lleva a alejarse de los auténticos retos de la sociedad española. La labor del nuevo gobierno se resume en “denigrar el pasado, pagar las hipotecas de los socios y crear problemas donde no los había”.

Frente a esta situación, Mariano Rajoy ha pedido a los españoles que apoyen las propuestas del PP que nacen “de las necesidades reales de la gente. Nuestras prioridades son las prioridades de España y de los españoles”, que se concretan en tres prioridades: la inestabilidad, el desempleo y el terrorismo.

En opinión de Rajoy, los españoles se inquietan con la inestabilidad, cuando se perciben intenciones poco claras con las que se quiere cambiar la estructura del Estado “que nos costó mucho acordar”. Ante esta posición el presidente popular ha sido muy claro: “Me niego a que se esté revisando lo que es España cada veinticinco años. Es disparatado”.

UNA ESPAÑA ESTABLE, SOLVENTE Y UNIDA
“No es posible fomentar el progreso de España si no sabemos de qué hablamos cuando decimos España. En el Partido Popular defendemos una idea de España estable, solvente y unida. Una España que ofrezca una imagen sólida, segura de sí misma, que nos permita decir: esto somos y esto queremos seguir siendo”, ha explicado Rajoy.

Para el presidente es muy distinto aprovechar la riqueza de nuestra diversidad con dispersar los esfuerzos con temas que no interesan. “Donde otros se empeñan en fragmentarla, nosotros con la inmensa mayoría de los españoles, vamos a defender la España que tenemos, la España constitucional, unida, integradora, y solidaria”.

Esto no quiere decir que no se acepten cambios desde el PP. “Estamos abiertos a los cambios que sirvan para mejorar, que respondan a necesidades reales de los españoles y que no representen un riesgo para la estabilidad institucional de nuestro país”. Frente a esta posición, el Gobierno sólo plantea cambios mal definidos, “una frivolidad donde el PP no va a participar”.

BIENESTAR Y EMPLEO
Mariano Rajoy, por otro lado, ha explicado la prioridad del partido por responder a las aspiraciones de los ciudadanos por alcanzar el bienestar y conseguir empleo. “Lo que nosotros ofrecemos a la gente es la posibilidad de alcanzar el mismo nivel de empleo, de renta y de bienestar que disfrutan los países más adelantados”. Rajoy ha explicado que se trata de una prioridad irrenunciable que se puede alcanzar gracias al trabajo realizado en los últimos ocho años. “Si los socialistas no quieren, no pueden o no saben hacerlo, se lo echaremos en cara todos los días”, ha sentenciado.

Por otro lado, Rajoy ha planteado otro de los retos: conquistar el pleno empleo. Un reto que se puede alcanzar “como hemos demostrado que es posible hacerlo en esta década”. Pero para eso se exige “una política económica seria que evite el despilfarro, fomente las infraestructuras e inspire confianza. No es posible que progrese la economía con un gobierno que apuesta por el déficit, paraliza las obras públicas, y siembra toda clase de incertidumbres”.

Sobre el diálogo social, Rajoy ha destacado que ha desaparecido. “Nosotros fuimos capaces de alcanzar doce acuerdos con los sindicatos” y ahora todo queda en una foto. “Cada día está más claro que esa historia del talante no es más que una coartada para eludir compromisos y disimular incapacidades”.

En cuanto a la lucha contra el terrorismo, donde el PP ha demostrado su capacidad, Rajoy ha reiterado su intención de mantener el pacto con el Partido Socialista ya que “es bueno para España que este pacto continúe. Sería bueno que otras fuerzas políticas se incorporaran al pacto y suscribieran sus planteamientos. Nosotros estamos abiertos a esto. Cosa distinta sería que para que otros se incorporen debamos eliminar lo que les incomoda y, con ello, adulterar el pacto y convertirlo en papel mojado”.

UN PACTO EN POLÍTICA EXTERIOR
Sobre la política internacional, Rajoy ha defendido una política que tenga en cuenta los profundos cambios experimentados en la comunidad internacional y los nuevos retos que exigen un esfuerzo. Pero una política clara, porque en seis meses el gobierno ha conseguido que nadie “sepa ni dónde estamos ni cuál es nuestro rumbo”.

Por esta razón, Mariano Rajoy ha explicado que “estoy dispuesto a buscar un acuerdo sobre política exterior” con el Gobierno ya que España se merece “una política exterior que no esté sometida a los vaivenes de la política interior”. En este sentido ha reiterado que el PP defenderá la Constitución Europea que aunque no es la “que más nos hubiera gustado”, “es la que se ha consensuado”.

DIÁLOGO Y EN CONTRA DEL SECTARISMO
Por último, Rajoy ha explicado cuál es su estilo de hacer política que se asienta, en primer lugar, en el diálogo. “Me gusta dialogar y me propongo mantener un diálogo permanente con todo el mundo, especialmente con la gente, con la calle. Voy a estar muy atento a lo que digan los ciudadanos y voy a estar abierto al resto de las fuerzas políticas”, indicó

Pero este diálogo no se traduce en falta de ideas o de criterio. “El señor Rodríguez Zapatero persigue el diálogo por el diálogo y no se preocupa de los contenidos. No se hace nada, pero se dialoga”. Para Mariano Rajoy, “el diálogo no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para intercambiar ideas, para buscar acuerdos, para alcanzar soluciones”.

En segundo lugar, el presiente nacional ha explicado que pretende desarrollar la lucha contra el sectarismo, “esa peste corrosiva que aniquila toda posibilidad de convivencia”.

15 CONGRESO POPULAR. España, la ilusión que nos une.

15 CONGRESO POPULAR. España, la ilusión que nos une. Los pasillos
http://www.pp.es/15congreso/PP/esp/multimedia_pasillos2.asp?id=1

Vitalidad, fuerza y dinamismo. Con estas palabras podría definirse la identidad que recoge el nuevo logotipo del Partido Popular, cuya presentación fue algo así como el “pistoletazo de salida” del Congreso, el número 15 ya, de un Partido que se prepara para iniciar una nueva etapa, sin olvidar sus raíces y teniendo presente la herencia recibida de muchos años de trabajo, de esfuerzo de mucha gente, tanto de la conocida, como de otras tantas que han trabajado entre bastidores para que todo salga como se ha previsto.

Para quien escribe, es inevitable echar la vista atrás, cuando se estaba preparando todo. “Hay mucho que hacer”. Todos de acuerdo en algo: “Seamos todavía mejores, ayudemos entre todos a seguir trabajando todavía más por la gente, ciudadanos de a pié de todo tipo”.

Manos a la obra pues. El magnífico resultado de las Elecciones Europeas fue un excelente punto de referencia.”Bien”, era el comentario general. “Tenemos la base para seguir construyendo. Vamos bien, pero no nos conformamos, queremos ser mejores. Tenemos la gente, las ideas, las ganas, la ilusión y la fuerza.”

Con estos ingredientes, y con la libertad total para trabajar pegados a la calle como proponía la cúpula del Partido, se ha trabajado con tesón en la preparación de este 15 congreso popular, en el que se verán caras conocidas y otras nuevas.

La actividad ha sido febril en los últimos tiempos. La calle Génova ha sido un hervidero de gente, de idas y venidas, de reuniones, de equipos. Todo el mundo con las pilas puestas, sin perder un minuto de tiempo. Cada uno sabía lo que tenía que hacer. A veces solo había tiempo para cruzar una mirada de complicidad. “Venga, ánimo”. Fuera de la Sede Central, puede decirse que la dinámica ha estado a la altura. Estudio de propuestas, los más de 3000 compromisarios trabajando a tope. Vuelta a revisar “esto hay que pulirlo un poco más. Démosle otra vuelta de tuerca”. Reuniones: “Queremos más, seguro que encontramos una forma mejor enfocarlo. Podemos hacerlo”.

Pero lo que más llama la atención al ajeno es que las puertas del Partido Popular están siempre abiertas para todo aquel que quiere aportar algo. El concepto “a puerta cerrada” no existe. Militantes y simpatizantes anónimos de todos los rincones de España han hecho llegar sus ideas, se han puesto a disposición del Partido para lo que sea. Gente joven, y no tanto. Hombres, mujeres, profesionales, estudiantes, amas de casa. Todo aquél que ha considerado que podía aportar algo, ha podido hacerlo.

¿Y qué hay de las caras conocidas, de los que vemos siempre el televisión? Gente muy normal. Sus despachos están abiertos para todos. A pesar de las agendas tan apretadas, ha habido hueco para ese que llega y quiere decirle a... “oye, que se me ha ocurrido que podíamos hacer... “. Respuesta: “ponte manos a la obra, intégrate en ese equipo de trabajo”. Sin más.

El mismo Mariano Rajoy ha encontrado tiempo para reunirse un ratito con nuevos militantes que decidieron dar su apoyo a todo este gran proyecto. Mariano Rajoy ha compartido su perfil más humano, más cercano con gente, compartiendo inquietudes. Escuchando. “Sois la gasolina del Partido, sin vosotros, todo esto no tendría ningún sentido”.

El resultado, un Programa en el que se ha combinado el trabajo con el cariño, el futuro, con el reconocimiento al trabajo bien hecho. Ahí estará José Mª Aznar, para recibir ese aplauso merecido por su dedicación a millones de españoles.

En suma, como pequeño notario de este acontecimiento, puedo asegurar que en el Partido Popular hay sitio para todos aquellos que tienen ilusión, que son optimistas y que no se conforman con la palmadita en la espalda. Es el proyecto de la gente de la calle que encara el futuro con la inquietud de que podemos construir una alternativa de futuro todavía mejor, con sus alegrías y sus dificultades con esfuerzo y constancia. Es ahí donde está el reto al que este 15 congreso popular convoca a todos los ciudadanos.

Durante estos días te iremos contando lo que ocurre entre pasillos, las emociones, los comentarios. Queremos que seas parte de este Congreso, que lo vivas en primera línea, porque se ha preparado pensando en personas como tú.

Sí, es el Congreso de la ilusión. Por eso, lo compartimos contigo.

http://www.pp.es/15congreso/PP/esp/index.asp

¿Qué es la "alianza de civilizaciones"?

¿Qué es la "alianza de civilizaciones"? Una maquinaria que ha hecho de Europa el nuevo continente de la dhimmitude fue puesta en funcionamiento hace más de 30 años por instigación de Francia.

Una política de gran amplitud se perfiló por entonces, una simbiosis de Europa con los países árabes musulmanes, que dotaría a Europa, y especialmente a Francia, que hizo el primer movimiento para el proyecto, con un peso y un prestigio que rivalizaría con el de los Estados Unidos. Esta política se llevó a cabo muy discretamente, al margen de los tratados oficiales, bajo el inocente nombre de Dialogo Euro-Árabe. Se creó una asociación de parlamentarios europeos de la Comunidad Económica Europea (ECC) en 1974 en París: La Asociación Parlamentaria para la Cooperación Euro-Árabe. Se le confió la dirección de todos los aspectos de la relación euro-árabe: financiera, política, económica, cultural y las relacionadas con la inmigración. La organización funcionó bajo los auspicios de los jefes de gobierno y de sus ministros de exteriores trabajando en estrecha relación con sus homólogos árabes, con representantes de la Comisión Europea y de la Liga Árabe.

Esta estrategia, cuyo objetivo era la creación de una entidad euro-árabe y panmediterránea, que permitiera la libre circulación de personas y mercancías, también determinó la política de inmigración de los árabes en la comunidad Europea (CE). Y, durante los últimos 30 años, puso en marcha relevantes políticas culturales en las escuelas y en las universidades de la CE. Desde el primer encuentro en el Cairo del Diálogo Euro-Árabe en 1975, al que asistieron ministros y jefes de estado tanto de los países europeos como de los países árabes, representantes de la CE y de la Liga Árabe, se ha llegado a acuerdos relativos a la difusión y a la promoción del islam en Europa, de la lengua y cultura árabe a través de la creación de centros culturales árabes en las ciudades europeas. Pronto siguieron otros acuerdos que pretendían asegurar una simbiosis euro-árabe cultural, económica y política. Para realizar estos esfuerzos estaban involucradas las universidades y los medios de comunicación (tanto escritos como visuales), e incluso se contemplaba la transferencia de tecnología, incluyendo la tecnología nuclear. Finalmente una asociación, en lo diplomático, euro-árabe sería promovida en foros internacionales, especialmente en la ONU.

Los árabes pusieron las condiciones para la asociación:

1. Una política europea que sería independiente y opuesta a la de los Estados Unidos.
2. El reconocimiento del pueblo palestino por Europa y la creación de un estado palestino.
3. Apoyo europeo a la OLP.
4. el reconocimiento de Arafat como único y exclusivo representante del pueblo palestino.
5. La deslegitimación del estado de Israel histórica y políticamente, su retraimiento hasta fronteras inviables y la arabización de Jerusalén. Y así, con este resorte oculto, se lanzó una guerra europea contra Israel, a través de boicots económicos, en algunos casos también boicots académicos a través de la vilificación deliberada y la expansión tanto del antisionismo como del antisemitismo.

Durante las últimas tres décadas un número considerable de acuerdos no-oficiales entre los países de la CEE (posteriormente UE), por un lado, y los países de la Liga Árabe, por otro, condicionó la evolución de Europa en su aspecto político y cultural actual. Citaré aquí sólo cuatro de ellos:

1. Se entendió que aquellos europeos que deberían tratar con los inmigrantes árabes deberían ser educados en una sensibilidad especial para apreciar mejor a sus invitados y sus costumbres.

2. Los inmigrantes árabes permanecerían bajo el control y las leyes de sus países de origen.

3. Los textos de historia en Europa se rescribirían por equipos conjuntos de historiadores árabes y europeos, naturalmente las batallas de Poitiers y Lepanto o la Reconquista española no tiene el mismo significado en ambas orillas del Mediterráneo.

4. La enseñanza de la lengua y cultura árabe y del islam sería llevada a cabo por profesores árabes con experiencia en la enseñanza de europeos en escuelas y universidades europeas.

La situation actual

En el frente político, Europa ha ligado su destino a los países árabes y así, se ve envuelta en la lógica de la jihad contra Israel y los Estados Unidos. ¿Cómo podría Europa denunciar la venenosa cultura de la jihad que transpiran sus aliados, cuando durante tantos años hizo cualquier cosa para activar la jihad ocultándola y justificándola pretendiendo que el peligro real no viene de los jihadistas mismos, sino de aquellos que resisten a los jihadistas árabes, los aliados a los que Europa sirve en cada foro internacional y en los medios de comunicación europeos?

En el frente cultural, ha habido una reescritura total de la historia, que fue llevada a cabo durante los años 70 en las universidades europeas. Este proceso se ratificó por la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa en septiembre de 1991 en su reunión dedicada a la “Contribución de la Civilización Islámica a la Cultura Europea”. Esto fue confirmado por el presidente Jacques Chirac en su discurso del 8 de abril de 1996 en El Cairo, y reconfirmado por Romano Prodi, presidente de la comisión Europea, a través de la creación de la “Fundación para el Diálogo de las Culturas y las Civilizaciones”, que debía de controlar todo lo que se dijera, escribiera o pensara sobre el nuevo continente de Eurabia, que engloba a Europa y a los países árabes.

La dhimmitude de Europa comenzó con la subversión de su cultura y sus valores, con la destrucción de su historia y la sustitución por una visión islámica de esa historia, apoyada en el mito romántico de Andalucía. Eurabia adoptó la concepción islámica de la historia en la que el islam es definido como una fuerza liberalizadora, una fuerza para la paz y la jihad es considerada como una guerra justa. Aquellos que se resisten a la jihad, como los israelíes y los americanos, son culpables, más culpables que aquellos que la financian. Esta es la política que nos han inculcado a los europeos, el espíritu de la dhimmitude que nos vuelve ciegos, nos hace odiar nuestros propios valores y el deseo de destruir nuestros propios orígenes y nuestra propia historia. “La estafa intelectual más grande sería permitir a Europa continuar creyendo que deriva de la tradición judeo-cristiana. Eso es completamente mentira”, según afirma Tariq Ramadam (3). Y así despreciamos a George Bush porque todavía cree en esa tradición. ¡Qué simplones esos americanos…!

El espíritu de la dhimmitude no es solamente la sumisión sin lucha, incluso no es sólo una rendición. Es también la negación de nuestra propia humillación a través de un proceso que asume los valores que llevan a nuestra propia destrucción; así surgen los mercenarios ideológicos ofreciéndose a sí mismos para servir en la jihad; éste es el tributo tradicional que se paga voluntariamente y con humillación por los dhimmis europeos para conseguir una falsa seguridad; es la traición a la propia nación. Los dhimmis protegidos por la ley islámica podrían obtener una seguridad efímera y engañosa a través de los servicios prestados al opresor musulmán y a través de servilismo y adulación. Y ésa es precisamente la situación en Europa actualmente.

La dhimmitude no es solo un conjunto de leyes abstractas escritas en la sharía, también es un conjunto de comportamientos complejos desarrollados con el tiempo por los propios dhimmis, como un modo de adaptarse y sobrevivir a la opresión, humillación e inseguridad. Esto ha producido una mentalidad particular así como comportamientos sociales y políticos esenciales para la supervivencia de gente que, en cierto sentido, serían hostiles al sistema islámico.

Los dhimmis son seres inferiores que soportan las humillaciones y agresiones en silencio. Sus agresores, mientras tanto, disfrutan de impunidad que sólo aumenta su odio y sus sentimientos de superioridad, garantizados por la ley. La cultura de la dhimminitude que se está extendiendo por toda Europa es la del odio, la de la impunidad de crímenes contra los no musulmanes, una cultura importada de los países árabes junto con el palestinismo, la nueva subcultura europea que ha sido elevada a culto de la Unión Europea y su belicosa y exaltada pancarta contra Israel.

En Munich, en 1938, Francia no renunció a su propia cultura, a su propia historia o se convirtió en alemana; no se proclamó que la fuente de su propia cultura era la civilización alemana. El espíritu de la dhimminitude que hoy ciega a Europa no surge de una situación impuesta desde fuera, sino por una elección hecha con libertad y llevada a cabo sistemáticamente en sus dimensiones políticas durante los últimos 30 años.

El reputado estudioso del islam, William Montgomery Watt describió la desaparición del mundo cristiano de los países que habían sido islamizados en su libro “La Majestad que era el Islam” (1974): “No había nada dramático sobre ese acontecimiento; fue una muerte suave, un cambio tranquilo” (4). Pero Montgomery Watt estaba equivocado; la muerte prolongada del cristianismo bajo el islam fue extremadamente dolorosa y trágica, como puede verse incluso en el s. XX con el genocidio de los armenios y de la resistencia de los cristianos libaneses en los 70 y los 80, y durante la últimas décadas el genocidio en Sudan y finalmente la ralentizada jihad de los árabes contra Israel que es sólo uno de los ejemplos de la lucha de la edad de oro de gente dedicada a luchar por la libertad y contra la dhimminitude, por la dignidad del hombre contra la esclavitud de la opresión y el odio. Pero esa observación de Montgomery Watt sobre la “muerte suave y el cambio tranquilo” es perfectamente válida para la Europa de hoy.

[DonaldRumsfeld]

http://www.frontpagemag.com/Articles/ReadArticle.asp?ID=14050

Paz Digital, 23-09-2004

España, la ilusión que nos une

España, la ilusión que nos une El PP quiere que su Congreso sea "el banderín de salida para ganar las próximas elecciones"
CAMBIO DE IMÁGEN, DEL AZUL AL NARANJA
http://www.libertaddigital.com/./noticias/noticia_1276233438.html

Según ha explicado José María Michavila, el PP pretende convertir su XV Congreso Nacional en "el banderín de salida para ganar las próximas elecciones generales". Por su parte, el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, ha asegurado que ya ha comentado tanto con el secretario general del partido, Mariano Rajoy, como con el secretario general adjunto, Ángel Acebes, nombres de dirigentes andaluces susceptibles de incorporarse a la nueva dirección nacional del partido que surja del Congreso de primeros de octubre.

L D (Agencias) El PP celebrará bajo el lema "España, la ilusión que nos une" su XV Congreso Nacional de los próximos 1, 2 y 3 de octubre, que el partido pretende convertir en "el banderín de salida para ganar las próximas elecciones generales".

Así lo explicó el coordinador de Comunicación del PP, José María Michavila, en una rueda de prensa en la que presentó además el nuevo logotipo del partido, que introduce el naranja como color de base y una gaviota "más estilizada", con el que los populares pretenden transmitir su deseo de "avanzar e innovar manteniendo los mismos cimientos". Michavila explicó que la elección del color naranja pretende reflejar la "vitalidad, fuerza, dinamismo, empuje y energía" con los que el partido afronta su nueva etapa a partir del congreso, que contará con las intervenciones de Mariano Rajoy, José María Aznar y Manuel Fraga en la jornada de clausura.

En declaraciones a Tele 5 recogidas por Europa Press, Javier Arenas no quiso adelantar los nombres de dirigentes andaluces que ha comentado, aunque sí se mostró convencido de que "el PP andaluz, que constituye la delegación más amplia del Congreso Nacional, tendrá una presencia muy destacada de dirigentes en los órganos nacionales".

Preguntado por su futuro en el partido y su continuidad como vicesecretario general, el líder del PP-A dijo que su “etapa de protagonismo en la vida política nacional se ha terminado” y ahora va a “volcarse en Andalucía".
En su opinión, el PP debe aplicar en el próximo Congreso Nacional "la receta que ha mantenido unido al PP en los últimos años", que definió como la "renovación por adición", consistente en "incorporar nuevas personas, pero no prescindir absolutamente de nadie", algo que considera "fácil en grandes partidos donde hay muchos papeles que jugar".

"Las renovaciones en los grandes partidos si se quiere mantener la cohesión siempre son una mezcla de suma de personas pero conservando un papel político para todo el mundo", insistió Arenas, que señaló que "al PSOE le gustaría que no estuvieran Rajoy y Acebes porque son políticos muy brillantes con muchísima credibilidad ante los ciudadanos".

La palabra “España” y un logotipo anaranjado con tantas versiones como lenguas oficiales
http://www.libertaddigital.com/./noticias/noticia_1276233470.html

El Partido Popular comienza la nueva etapa que marca el XV congreso nacional con un cambio de logotipo que incluye la sustitución del azul por el naranja como color predominante y la posibilidad de utilizar lenguas oficiales de las Comunidades Autónomas para configurar la imagen. José María Michavila y Mariano Rajoy –corbata a juego con el cambio de imagen– presentaron la nueva simbología para el Congreso en el que la palabra España será una de las claves.


L D (EFE) El coordinador de Comunicación del partido, José María Michavila, presentó este jueves la nueva imagen con la que el PP pretende reflejar la "vitalidad, fuerza, dinamismo, empuje y energía" con que el partido afronta su nueva etapa con Mariano Rajoy en la Presidencia y la tarea de hacer oposición.

Así, las dos "p" mayúsculas del logotipo, que hasta ahora eran rojas, pasan a ser naranja, color que también adoptan los fondos en la cartelería, hasta ahora en distintos tonos de azul. También cambia la gaviota con la que el PP completa su logo, que si bien mantiene su color tradicional, adquiere trazos más estilizados. "Estamos satisfechos con nuestra identidad, pero abriendo una nueva etapa", se trata de "avanzar e innovar manteniendo los mismos cimientos", señaló Michavila que, al igual que Mariano Rajoy, lucía una corbata naranja.

Otra modificación adoptada por los populares a raíz del congreso de los próximos días 1,2 y 3 de octubre es la posibilidad de que "aquellas comunidades autónomas con lengua propia podrán utilizar cualquiera de las lenguas oficiales reconocidas por su Estatuto de Autonomía para configurar el logotipo del partido". Este es uno de los cambios introducidos en los Estatutos del PP que serán aprobados en el XV congreso, en los que también se especifica que el "logotipo podrá ser modificado por acuerdo de la Junta Directiva Nacional sin necesidad de modificar los presentes Estatutos".

Michavila también apuntó que, en lugar de las palabras "partido popular" que actualmente figuran bajo las iniciales del logotipo, ahora podrá figurar el lema "comprometidos contigo". El coordinador de Comunicación aseguró que el proceso de cambio de logotipo se ha desarrollado de manera progresiva, como demuestra el hecho de que los carteles del PP para las pasadas elecciones europeas ya incluían una franja naranja amplia bajo la foto del candidato, Jaime Mayor Oreja, que también lucía una corbata del mismo color.

El eslógan: “España, la ilusión que nos une”

Además, el PP ha decidido incluir la palabra "España" en el eslogan de su XV Congreso Nacional que se celebrará los días 1,2 y 3 de octubre. Según Michavila, el lema trata de mostrar que el país "es un gran activo y una riqueza", y que España "no es ningún problema". Añadió que el PP es "es la mayor organización democrática" del país, y que cuenta "con ganas, fuerza e ilusión para seguir trabajando y resolver los problemas de España".

En este sentido, el ex ministro de Justicia afirmó que su partido "puede defender lo mismo y con las mismas recetas en Cataluña, País Vasco, Andalucía y Canarias. Ese es el gran activo del PP. España y ser español es un activo, es riqueza, y queremos que crezca y sea respetada en la comunidad internacional"."